- August 20, 2024
- Posted by: humanitarianweb
- Category: Humanitarian News
Voluntarios llegados desde zonas distantes y desde otras más cercanas convergieron en Carriacou, una pequeña isla paradisíaca en Granada, para brindar asistencia y una luz de esperanza a los residentes devastados por el Huracán Beryl que arremetió el 1° de julio de 2024.
Este huracán de categoría 4, el más poderoso de junio en el Atlántico, ha dejado a la isla en ruinas, dañando a más del 95 % de los edificios y dejando a su paso hogares aplastados, infraestructura destruida y una comunidad con desesperada necesidad de socorro.
Entre los voluntarios se encuentra Ryan Jackson, de Londres, de 50 años y herencia granadina. Llegó a la isla junto a su esposa para apoyar a sus padres que residen en Granada y que lograron sobrevivir al huracán. “Yo simplemente deseo ayudar a mis padres y a otras personas. Siento que tengo el deber de ayudar a quienes lo han perdido todo”, destacó Jackson, mientras trabajaba incansablemente para ayudar a los residentes mayores a quitar los escombros que habían quedado en sus viviendas.
Una tradición de larga data
La escena en Carriacou es de completa desolación. Casas colapsadas, estaciones de policía, escuelas y hospitales destrozados, y calles llenas de escombros, pintan un oscuro panorama. La isla sigue estando en estado de emergencia y se espera que los trabajos para devolverle la energía eléctrica a las zonas remotas tomarán semanas. El impacto del huracán fue tan severo que barrió con aldeas enteras, y muchas comunidades han tenido que irse a vivir en albergues o con parientes. Por medio de imágenes del satélite Copernicus pudo determinarse que 857 edificios residenciales de alguna manera sufrieron daños. Casi un tercio (el 32%) está completamente destruido, un cuarto presenta daños y el resto (el 43%) aún por evaluar, se encuentre posiblemente dañado.
El voluntariado es una tradición de larga data en el Caribe, una región que con frecuencia es sacudida por desastres naturales. Voluntarios procedentes de Trinidad y Tobago, bajo la conducción de Keon Bowen, han estado trabajando incansablemente las últimas tres semanas.
“Las personas están tan desoladas que no han regresado a la isla. Estamos trabajando en pequeños escuadrones en todas las áreas”, explicó Bowen bajo un sol abrasador mientras limpiaba escombros en la casa destrozada de Rose Sylvester, una residente de 66 años que actualmente está viviendo en un albergue junto a sus dos hijas y a su nieta. “Mi mayor deseo sería poder regresar a mi casa. Esto es terriblemente triste, no tengo ningún otro lugar al cual ir”, señaló, mientras la voz se le quebraba por la emoción de tener que ver su cocina y su aparato de televisión totalmente destrozados, al lado de los escombros que están siendo recogidos. Espera poder acceder muy pronto a apoyo para poder reconstruir su casa.
Resiliencia comunitaria en medio de los desafíos
A pesar de los inmensos desafíos que Carriacou enfrenta, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha estado activa en la distribución de asistencia humanitaria en coordinación con el Gobierno de Granada. Se entregaron lonas impermeables, lámparas solares y tiendas a todas aquellas personas cuyos hogares y medios de subsistencia se han esfumado. La escala del desastre ha abrumado los recursos locales. “Después de haber entregado inicialmente miles de artículos no alimentarios, seguimos distribuyendo asistencia crucial entre las personas que están recuperándose de la devastación. La distribución de lonas impermeables y lámparas solares continuará y además repararemos infraestructura clave, y enseñaremos y asistiremos a la población local para que aprendan a construir mejores techos para poder hacer frente a futuros desastres”, dijo Martina Cilkova, Oficial de Albergues y Asentamientos en la OIM.
Día tras día los voluntarios y voluntarias asisten a miles de personas, lo cual refleja la resiliencia y la determinación de las personas de Granada. Anthony St. Hilaire, un residente de 66 años, representa el espíritu de resistencia característico de esta comunidad. Duerme ahora en los restos del baño de la casa en la que ha vivido toda su vida, cubierto por una lámina plástica, y allí toca el ukelele, el único objeto que logró recuperar, y nos dice: “Tenemos nuestras vidas; el resto es material”. Sus palabras resuenan en los oídos de muchos otros que lo han perdido todo pero que no piensan rendirse y planean reconstruir sus vidas y comunidades. “Los granadinos soportamos todo juntos y nos movemos juntos”.
Los jóvenes voluntarios y las familias están asistiendo de diversas maneras, ya sea quitando escombros hasta envasando y repartiendo alimentos. “No quería sentarme sin hacer nada”, dijo Angele mientras distribuía comidas calientes. La experiencia vivida ha también fomentado un sentido de cercanía. “Estoy orgullosa de ser voluntaria y puedo ver el impacto de nuestro trabajo en las sonrisas en los rostros de las personas”.
Un largo camino hacia la recuperación
Se cree que el proceso de recuperación será largo y con muchos desafíos. El Gobierno, la Agencia para la Gestión de Desastres por Emergencias del Caribe (CDEMA), los organismos de Naciones Unidas, organizaciones nacionales e internacionales, están colaborando en la provisión de servicios esenciales y apoyando los trabajos de reconstrucción. Sin embargo, enfrentan desafíos significativos en los segmentos de logística, asignación de recursos, y en las tareas de reconstrucción para afrontar futuros desastres, sobre todo porque el pico de la temporada de huracanes se avecina.
La devastación en Granada no tiene precedentes. Un mes más tarde, si bien los escombros han sido retirados de las calles, muchas casas siguen estando sin techo o bien quedan todavía muchos escombros por retirar. Si bien la vida cotidiana ha vuelto a ser medianamente moral, las casas siguen sin servicio de electricidad. Pueblos enteros han sido barridos por la marejada ciclónica provocada por el huracán, y muchas comunidades siguen viviendo en albergues o con parientes.
Pero, aun así, en medio del caos, el espíritu del voluntarismo y de la resiliencia comunitaria es un rayo de esperanza. Los voluntarios siguen trabajando de manera diligente, impulsados por un sentido de solidaridad que los une. Mientras esta isla paradisíaca es lentamente reconstruida, los esfuerzos de estos voluntarios serán recordados como un ejemplo de la unidad y la fuerte resiliencia de este pueblo caribeño.